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SISTEMA DE EVALAUCION DE LOS TRABAJOS PRÁCTICOS

Si afirmamos que dibujar es una destreza (y toda destreza se adquiere exclusivamente con la práctica) lo que debemos hacer es darle al estudiante herramientas y técnicas que le permitan practicar para adquirir dicha destreza.

Pero, (siempre hay un pero) en general el que dibuja mal dibuja poco, y el que dibuja poco dibuja mal, en un circulo vicioso interminable.

Para estimular la ruptura de este circulo, pondremos todas las herramientas disponibles en pos del objetivo: que el estudiante mejore su relación con el dibujo.

Como consideramos que la evaluación debe ser una herramienta de aprendizaje, y estamos plenamente convencidos que todos pueden dibujar bien si se practica lo suficiente, dejamos de lado la variable "calidad" en los trabajos del taller, cambiándola por la "cantidad".

El problema de la enseñanza y aprendizaje de la destreza para dibujar llevan necesariamente implícitas la capacidad del docente de verbalizarlas, y gran parte de la destreza (si no toda) es conocimiento tácito y práctica, lo que quiere decir que la gente sabe cómo hacer una cosa, pero no puede poner en palabras dicho conocimiento.

 

El dibujar, que fue definido por alguien como " dejar el rastro de un gesto", necesita del dominio de la técnica, además del conocimiento de los elementos básicos de la comunicación visual.

Tal destreza se adquiere entrenando no sólo la mano que lo hace, sino también el ojo que determina cual raya hay que poner y cual no.

Similar situación supone el proceso proyectual, pues no sólo habrá que entrenar la cabeza, sino también el ojo, puesto que lo que se hace no es igual en la cabeza que en el papel o en la realidad.

La práctica implica o la repetición automática de ciertos movimientos para adquirir la destreza necesaria, o el descubrimiento de las propias aptitudes y habilidades a partir de la prueba y el error.

 

Entrenarse en las técnicas adecuadas, necesita obligadamente del "aprender haciendo", y esta dinámica pone en el escenario del aprendizaje un dilema difícil de resolver para cualquier docente, porque plantea la cuestión del talento personal para practicar y adquirir destrezas, ya que sí es necesaria la práctica con cierta cuota de aptitud para la tarea que se practica, será inevitablemente más fecunda cuando mayor sea el talento personal y viceversa,  es posible que se aprenda poco a causa de la falta de aptitud para hacer la tarea que se pretende poner en práctica.

 

Y el método basado en la capacidad de aprender de los errores, y en particular de los propios, necesita obligadamente de la aplicación del concepto de dar "Otra oportunidad" para legitimar y validar el error y la vacilación como método de aprendizaje. Esto estimula la experimentación libre y le da a la palabra "fracaso" una connotación de carácter positivo, sin que por afirmar esto dejar de advertir que, siendo la satisfacción de hacer las cosas bien uno de los motores básicos que estimula la práctica, no habrá que abusar del recurso,  porque  si bien es verdad que el error enseña, también lo es que el fracaso sistemático y reiterado  paraliza, puesto que corroe el sentimiento de autoestima indispensable para sentirse capaz de encarar la tarea que se encomienda.

 

Por todo lo expuesto arriba, la administración sensible de la cantidad fracasos que, durante el proceso proyectual  ( " cuanto se la banca" dicen en el barrio), serán adecuados para el estudiante en función del talento con que llega y la expectativa de adquisición de aptitudes al final el curso, debe ser una de las principales preocupaciones del cuerpo docente, determinando, justamente, estos dos aspectos: por un lado el talento con el que llega, y por otro el objetivo del curso en cuanto a destrezas particulares.

Por todo lo expuesto Evaluaremos por la cantidad de lo producido, sin importar la calidad, pues ésta será, inevitablemente, su consecuencia.

 

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